La historia de un tatuaje

Cuando cumplí cincuenta años viajando por el sudeste asiático, pedí a mi madre que escribiera una frase en un papel y me la enviara escaneada. Quería tatuarla en mi piel con su caligrafía, esa letra redonda y caprichosa que refleja su vida como maestra durante cuatro décadas. La frase que elegí fue:

Esto también pasará.

Esta frase es una joya de sabiduría que trasciende el tiempo y la historia.

En un reino lejano, tal vez Persia, donde el cielo se teñía de un azul profundo y las estrellas contaban historias olvidadas, vivía un rey sabio y justo. Tal vez Salomón. Era conocido por su gran amor hacia su pueblo, y por su sabiduría que trascendía las generaciones. Pero, a pesar de su poder y su grandeza, este rey vivía inquieto, atrapado en la vorágine de la vida, donde la felicidad y el dolor se alternaban como el día y la noche.

Una noche, en la quietud de su palacio, el rey se sintió abrumado por la dualidad de su existencia. Se preguntaba cómo podría encontrar paz en medio de los altibajos de la vida. Llamó a los más sabios de su reino y les pidió que le dieran algo que le proporcionara consuelo en los momentos de tristeza, y que al mismo tiempo le recordara la humildad en los días de alegría.

Los sabios se retiraron a reflexionar y después de varios días volvieron con un pequeño anillo de oro. El rey, confundido por la simplicidad del regalo, les preguntó cuál era su propósito. Entonces, uno de los sabios, el más anciano de todos, le indicó que mirara dentro del anillo, donde había una inscripción grabada con delicadeza. El rey leyó las palabras: “Esto también pasará”.

El sabio explicó que estas palabras tenían un poder inmenso. En los momentos de mayor alegría, cuando el rey se sintiera invencible, las palabras le recordarían la impermanencia de la vida, invitándole a la humildad. Y en los momentos de oscuridad y dolor, cuando la tristeza le abrazara con fuerza, esas mismas palabras le darían esperanza, recordándole que el sufrimiento es también transitorio, como una nube que cruza el cielo.

Así, el rey encontró consuelo en aquella simple frase, y desde entonces, cada vez que se enfrentaba a la incertidumbre de la vida, miraba su anillo y encontraba equilibrio en su corazón. “Esto también pasará” se convirtió en su mantra, su brújula en el vasto océano de la existencia.

El Origen de la Frase

La frase “esto también pasará” tiene sus raíces en la poesía sufí, particularmente en las enseñanzas de los maestros místicos de esta tradición islámica. El sufismo, con su enfoque en la conexión directa y amorosa con lo divino, a menudo utiliza historias y poemas para transmitir verdades espirituales profundas. La impermanencia de la vida, el reconocimiento de que tanto la alegría como el dolor son pasajeros, es un tema recurrente en la literatura sufí.

Uno de los relatos más conocidos sobre esta frase se atribuye al poeta persa Rumi, aunque el origen exacto es difícil de determinar. En la tradición sufí, la frase no solo se utiliza como un consuelo en tiempos difíciles, sino también como un recordatorio de que todo lo terrenal, ya sea placer o sufrimiento, es temporal y no debe definirse como el objetivo último de la vida.

La frase a lo largo de la historia

Durante el apogeo del Imperio Otomano, la frase “Bu da geçer” (en turco, “esto también pasará”) se convirtió en un proverbio común. Era un reflejo del enfoque fatalista y resignado hacia los vaivenes del poder, la fortuna y la vida misma. En un imperio que abarcaba vastos territorios y estaba sujeto a constantes conflictos y cambios, esta frase ofrecía tanto consuelo como sabiduría a aquellos en el poder y al pueblo en general.

Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos, es uno de los personajes históricos más asociados con esta frase. En un discurso ante la Sociedad de la Feria del Estado de Wisconsin en 1859, Lincoln reflexionó sobre una leyenda que había escuchado sobre un anillo con la inscripción “Esto también pasará”. Utilizó la frase para hablar de la naturaleza transitoria de los tiempos difíciles, así como de los momentos de éxito, subrayando que la humildad y la paciencia son esenciales en la vida.

Durante la Gran Depresión, en la década de 1930, cuando el mundo enfrentaba una crisis económica sin precedentes, la frase “esto también pasará” se utilizó como un mensaje de esperanza y resistencia. Líderes y ciudadanos por igual se aferraron a la idea de que, aunque los tiempos eran extremadamente difíciles, la situación no sería eterna. Esta mentalidad ayudó a muchas personas a perseverar y seguir adelante, a pesar de las enormes dificultades económicas y sociales.

En la década de 1960, la frase fue evocada por líderes como Martin Luther King Jr., aunque no de manera literal, sí en espíritu. King y otros líderes del movimiento transmitieron la idea de que las injusticias de su tiempo no durarían para siempre, y que con esfuerzo y resistencia, la sociedad podría cambiar. La frase, en este contexto, se vinculó con la esperanza de un futuro más justo y equitativo.

En los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo estaba sumido en una devastación global, la frase “esto también pasará” resonaba en el corazón de aquellos que sufrían. Tanto en el frente como en el hogar, las personas usaban este mantra como un recordatorio de que la guerra, con todo su horror, algún día llegaría a su fin. Este pensamiento fue crucial para mantener la moral en tiempos oscuros.

La filosofía nos ofrece perspectivas que pueden parecer frías, pero que son profundamente liberadoras. Heráclito nos recuerda que “nadie se baña en el mismo río dos veces”, pues tanto el río como nosotros estamos en constante cambio. Esta impermanencia, lejos de ser algo negativo, es lo que da valor a cada momento. Si la vida fuera eterna y uniforme, ¿dónde encontraríamos el valor en lo que hacemos? La belleza reside precisamente en lo efímero, en saber que cada segundo es irrepetible. 

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