Así fue el encuentro en santiago
Ustedes me ven ahí todo pizpireto, subiendo vídeos, publicando libros y dando charlas, pero en realidad, eu son Balbino, un neno da aldea, coma quen dis, un ninghén *. Soy un tipo que, cuando tiene algo de tiempo libre, sube un vídeo a Youtube por si a alguien pudiera interesarle. Poco más.
En fin, alguna vez hay que descender de los Olimpos digitales y darse un baño de realidad y me pareció una buena idea convocar a… no sé. Tal vez ¿cincuenta?, ¿ochenta? seguidores, en el mejor de los casos, que quisieran atravesar el espejo y poner forma palpable, más allá del mundo de las Ideas, al viejo lesbiano que ulula en su roca en mitad del Mediterráneo.
Así, decidí que convertiría el Paseo de la Herradura, que tantas veces me hizo feliz con mi abuelo, con el que paseaba para ir a ver una enorme pajarera que antes había al lado de la estatua de Rosalía, en mi propio jardín epicúreo.
El sol de septiembre bañaba mi jardín imaginario con una luz clara, un regalo inesperado del indómito clima gallego. Al llegar, me encontré con una creciente multitud que no esperaba. Yo siempre me he considerado un poco pedante y pesado, y no imaginaba que tantos responderían a mi llamada. Había impreso 150 flyers que, haciendo honor a su nombre, volaron en un momento. Rostros conocidos y nuevos se mezclaban sin que yo pudiera muy bien distinguir unos de los otros, y las voces llenaban el aire con una energía palpable.
Sentí un desconcierto profundo, casi como un vértigo, al recibir tanto cariño inesperado. Por momentos, era como si observara la escena desde fuera, como si le ocurriera a alguien más. Sin embargo, allí estaba, rodeado de gente que había decidido compartir ese día conmigo. Esto me hizo sentir que quizás mis palabras habían resonado más de lo que creía, que había logrado conectar de una manera genuina.
Total, que empezó a llegar gente, y más gente, y tras la foto número 23409284098 empecé a darme cuenta de que mis planes de pasar una velada de trankis con un grupo limitado de espectadores se estaban desmoronando rápidamente.
Como sabrán, mi idea original era dar una charla sobre Rosalía de Castro, que luego publicaría en forma de vídeo. Esto habría sido posible si se hubieran presentado, no sé, cincuenta o sesenta almas. Porque al menos podrían haberse enterado de algo. Pero si te enfentas a una muchedumbre que sobrepasa las 200 personas, es imposible que te oigan más del diez por ciento de los asistentes salvo que te encarames a algún lugar elevado y chilles a pleno pulmón. Yo creo que ponerse a recitar a voz en grito el Negra Sombra, como que no. Y por ese motivo, tuve que reemplazar la grabación del vídeo por una versión lesbiana del Sermón de la Montaña. En este caso, el del Árbol. Si vinieron por lo de Rosalía, de veras que lo siento. Lo habría hecho de haberle visto un mínimo de posibilidades de sacarlo adelante con entereza.
La estampa fue totalmente involuntaria, pero la verdad es que, visto en perspectiva, el evento tiene una pintaza. Miren qué arbolaco y qué vistas. Parezco un Zenón de Citio anciano y urban-trendy vociferando incongruencias bajo su stoa polícroma.
No quisiera dejar pasar la oportunidad de expresar mi sincera gratitud. Gracias por arroparme, por hacerme sentir una parte importante de sus vidas. Y gracias también a los que trajeron regalos. Aquí se los dejo. Quiero que sepan que los he visto y apreciado todos, y que todos y cada uno de ellos me ha hecho sentir querido. Si alguno no está en esta galería, hágamelo saber, soy una persona enormemente despistada, lo buscaré y le haré una foto. Si no está aquí no quiere decir que no lo haya apreciado.
Acepten también mis disculpas si no he podido atender a todo el mundo con el mimo que se merecía. De veras que lo he intentado, a pesar de lo desbordante de la situación.
Gracias por estar ahí.
Viva México, cabrones.
Sí se puede.
* Este es el comienzo de la novela inmortal de Xosé Neira Vilas “Memorias de un neno labrego”. Se traduce como “Yo soy Balbino, un niño de aldea, como quien dice, nadie”.